Datos personales

Instagram

Translate

miércoles, 30 de septiembre de 2020

ASCENSO Y DESCENSO AL MONTE PERDIDO EN UN DÍA


Vista del Monte Perdido desde el Circo de Soaso


Ávidos de una nueva aventura corregrina aproveché que estábamos de vacaciones en Aínsa con Núria Lila e Iglú para convocar a los Nepalgrinos Danielem y Carlos. Estando tan cerca del Parque Natural de Ordesa valía la pena planificar el ascenso al Monte Perdido, un reto que hacía años que teníamos pendiente. La idea era subir y bajar en el mismo día, sin hacer la típica pernoctación en el refugio de Góriz. Esto nos hizo plantearnos bien cuáles eran las alternativas para llevar a cabo tal empresa, y valorar también el estado de forma en el que nos encontramos que, dicho sea de paso, tampoco es que estemos ahora mismo para tirar cohetes.

Después de unos días disfrutando de las rutas y paisajes que nos ofrece el Pirineo aragonés, al siguiente miércoles tarde se presentaron en Aínsa los que iban a ser mis compañeros de batalla. A la mañana siguiente, jueves 17 de septiembre de 2020, tras haber decidido iniciar el recorrido desde el aparcamiento de la Pradera de Ordesa, a unos 8 km de Torla, partimos hacia allí. Lo cierto es que tampoco madrugamos en exceso, lo justo para desayunar bien. En una hora de coche llegamos al punto de partida. Una vez preparados y mentalizados iniciamos la marcha cuando eran ya las 10 de la mañana, sí un poco tarde, lo sé, pero esas son nuestras costumbres corregrinas. El tiempo en la pradera se presentaba soleado, aunque no hacía tanto calor como en los últimos días, sin embargo, en la cumbre parecía que se vislumbraban nubes. A pesar de eso, no había amenaza de lluvia según las previsiones. El recorrido de ida iba a constar de 3 fases; la primera, recorrer 9km bastante cómodos, pasando por las Gradas y el Circo de Soaso, hasta llegar a Cola de Caballo. La segunda, la subida por Clavijas y luego por el sendero hasta llegar al refugio de Góriz, otros 3 ó 4km, aunque estos ya con más dificultad. La última fase, es la de la verdad, 4 ó 5km de ascenso puro y duro a la cima, con su famosa Escupidera incluida. En total un desnivel positivo aproximado de 2.300 metros.

Llegando a Cola de Caballo



Empezamos bien, corriendo suave, aunque Carlos se ponía nervioso sabiendo que podíamos ir más rápido. Hubo que explicarle que no hacía falta correr más, querer ganar ahora unos minutos nos fatigaría innecesariamente para la parte más dura. Había mucho camino y muchas horas por delante. Así pues, en un agradable trote nos plantamos en Cola de Caballo. Nos enfilamos por las cadenas hasta el sendero que nos llevaría hasta el refugio de Góriz. Todo iba según lo previsto, llevábamos un par de horas de recorrido y de momento estábamos frescos y seguíamos con la moral alta. Paramos unos minutos en el refugio a comer un poco, beber y charlar con la gente que estaba allí; unos que ya habían subido el día anterior y otro grupo que había dormido allí y que estaba decidiendo si subir o no. 


Subiendo por Clavijas



No quisimos enfriarnos demasiado y mientras nos despedíamos de los “indecisos” agarramos a correr siguiendo un cartel que indicaba Monte Perdido. O eso creímos. La verdad es que la posición del cartel no acababa de aclarar cuál era el camino que había que seguir, así que nosotros nos guiamos por las señales del GR. Durante un rato fuimos corriendo por un valle sospechosamente llano. A mí me mosqueaba que fuera tan plano, pero pensé que, quizá, daba la vuelta por detrás de la montaña y que más adelante habría un camino que subiría. La sorpresa fue que, tras unos 2km, llegamos al Collado de Arrablo y aquello ya bajaba en picado hacia Añisclo y Fuenblanca. Era obvio que por allí no era, nos habíamos desviado, y mucho. Miramos el track y comprobamos que efectivamente teníamos que volver a Góriz de nuevo para coger el sendero correcto. Aquello nos sentó como un jarro de agua fría, no sólo por el tiempo que habíamos perdido, más de 40 minutos entre parar y arrancar, sino por el cansancio físico y mental gratuito que nos acabábamos de meter. Volvimos corriendo por donde vinimos, y al llegar a Góriz, el grupo indeciso seguía allí. Al vernos llegar de nuevo, se sorprendieron. 

- Nos podríais haber avisado que íbamos mal, ¿no? – les dijimos en tono de guasa.

- Pero, pero ¿qué ha pasado? - nos preguntaron atónitos. 

- Nadaaa, que nos hemos equivocado de camino y hemos hecho 4 kilómetros de más. 

- ¿En serioooooo? - respondieron, para luego estallar a reír. 

Nosotros sin parar ni a pensar, oteamos arriba viendo por donde bajaba la gente, allí vimos a un par de “hormiguitas” y dijimos – Es por ahí- y para allá que fuimos. 

Dani se dirigió a un hombre con bastante pinta de experto montañero y para cerciorarse que esta vez íbamos bien le preguntó si ese era el camino. El hombre asintió con una sonrisa, mientras le contábamos que nos habíamos equivocado. Le pregunté cuánto había tardado en subir y él dijo que había ido por “Escaleras”, Dani al escuchar eso se quedó perplejo. 

-A ver, a ver, por ¿escaleras? ¿Es que se puede subir por unas escaleras? – preguntó Dani. 

El hombre entonces se echó a reír sin saber muy bien si era una pregunta seria. A lo que, por si acaso, aclaró que era una ruta desde otras montañas. Danielem, consciente de su metedura de pata, agachó la cabeza y mientras seguía caminando murmuró - mejor me callo y nos vamos- 

El duro camino a la cumbre



Ahora sí, íbamos por un sendero de piedras que subía bruscamente. Creo que nunca nos recuperamos del error que habíamos cometido, fue un fuerte golpe psicológico, ya no íbamos frescos y nuestra moral había sido vilmente torpedeada. Pero seguimos arriba. Al poco nos cruzamos con un grupo con aspecto de Trail Runners. Carlos les preguntó que si quedaba mucho para llegar arriba. La respuesta fue obvia y contundente 

- Hombre, pues la verdad es que sí, os queda bastante- a eso añadieron que las condiciones climáticas arriba no eran las mejores, había mucha niebla y no se veía más allá de un metro. Acto seguido, nos animaron a seguir hasta el lago, y decidir allí si queríamos continuar hasta arriba. 

Uno de ellos, repitió varias veces -No dan agua, no dan agua- y en ese momento pensé que es que había avituallamientos más arriba, pero que ya no daban agua para beber… era evidente que se refería a que no había previsión de lluvia. En cualquier caso, llegar al mencionado lago o a la cima, con niebla y con o sin lluvia, nos parecía algo aún muy lejano, así que continuamos camino arriba con cierta resignación.

No habíamos avanzado todavía mucho, cuando Dani se quedó un poco atrás y empezó a decir que tenía hambre y que sentía flojera, nosotros le incitamos a llegar un poco más arriba donde había un plano, pero él no estuvo demasiado por la labor y se paró al cobijo de unas rocas a comer. – Más arriba hace viento- argumentó.

Carlos y yo, como ya estábamos en plena subida, llegamos arriba y le dijimos a Dani que le esperábamos allí. Nos sentamos en unas rocas, que era el paso por donde se bajaba. Mientras nos comíamos un sándwich de jamón, apareció un señor con su hija, haciendo malabares para bajar por un salto que era ciertamente complicado. Mientras maniobraba, nos saludó y nosotros le devolvimos el saludo. Como el señor se estaba tomando su tiempo para bajar por las rocas sin descalabrarse, aprovechamos para preguntarle si faltaba mucho para la cima. Una pregunta ya recurrente, como si el hecho de preguntarlo muchas veces hiciera que estuviera más cerca. Lo cierto es que respondió diciéndonos que sí, ¡¡¡que quedaban unas 5 ó 6 horas!!! Nosotros, un tanto incrédulos, le dijimos que eso era mucho, aunque está claro que viendo lo que tardó en bajar por aquellas rocas, creo que su estimación era en base a su propia experiencia. Le dijimos que quizá nosotros esperábamos tardar un poco menos. Que llevábamos un paso ligero. Él nos miró y dijo, -¿Pero es que estáis subiendo ahora?

-Sí, hemos salido de la Pradera de Ordesa hace 3h40. 

-¡¡Anda ya!!- exclamó 

-Bueno, eso teniendo en cuenta que también nos hemos equivocado de camino y hemos perdido mucho tiempo.

-¡¡Sí hombre¡¡- dijo mientras parecía irritarse con cada frase que pronunciábamos.

- Nosotros calculamos que en menos de dos horas podemos estar arriba. - dijimos con convencimiento.

A medida que hablábamos el hombre parecía creer que le estábamos tomando el pelo. 

- ¿Pero vosotros qué edad tenéis? – preguntó como buscando en nuestra supuesta “juventud” la explicación a, según su percepción, tantas “fantasmadas”.

-Yo tengo ya 45- contesté resignado. Mientras deduje, que probablemente él no sería mucho mayor.

- ¡Eso sí que no me lo creo! Tu eres más joven. – espetó.

-Ojalá, pero no- le rebatí sonriendo, mientras él seguía caminando hacia abajo.

Al momento apareció Dani, y nos dijo. - ¿Qué le pasaba a ese hombre con el que me he cruzado? Iba diciendo, "¡¡estos me están vacilando!!"

Al momento aparecieron otros dos saltarines bajando por las rocas, éstos ya con más similitud con nosotros. Uno de ellos, llamado Micky, resultó ser de Lloret. Además nos dijo que también hacía atletismo. Curiosamente nos explicó que había cometido exactamente el mismo error que nosotros y que también se había ido dirección al Collado de Añisclo siguiendo el GR saliendo de Góriz. Micky, mucho más optimista que el señor de antes, nos dijo que si íbamos a un buen ritmo en una hora y media o un poco más estaríamos arriba, aunque ojo con la Escupidera porque tenía tela. Nos indicó que teníamos que llegar al lago y luego a la derecha nos la encontraríamos.

El paisaje rocoso que nos encontramos según subíamos



La parada parece que nos sentó bien, y ahora, más animados, cogimos un buen ritmo. El terreno no daba para ir muy rápido, pero al menos yo me sentía ágil saltando de una roca a otra. Hacía un poco de frío y había niebla, pero teníamos buena visibilidad. Estaba mucho mejor de lo que nos lo habían pintado. Aún pasamos alguna cadena más en una zona que estaba bastante resbaladiza, hasta llegar a una explanada en la que había varios círculos de piedras amontonadas, como si las hubieran colocado allí para acampar y refugiarse del viento y el frío. Nosotros íbamos siguiendo los hitos, que no eran otra cosa que montoncitos de piedras que indicaban por dónde había que ir. En un momento dado empezamos a dudar si seguir por un camino que parecía alejarse de dónde íbamos. Recorría un acantilado que no parecía ser el camino correcto. Nuevamente y, ante la duda, sacamos el móvil para comprobar el track y efectivamente estábamos siguiendo unas piedras que debían ir hacia otro pico. Afortunadamente, no nos habíamos alejado mucho y al volver atrás vislumbramos el lago que indicaba que a la derecha estaba ya la famosa Escupidera. 

En plena Escupidera



Por fin, parecía que ya llegábamos. Aunque ahora venía un tramo realmente complicado. Nada más llegar a ese punto nos encontramos un cartel que indicaba “Zona muy peligrosa”. La verdad es que la fama de la Escupidera le precede, así que había que ir con cuidado. Empezamos a subir por una roca, que en esta época afortunadamente está libre de nieve y hielo, sino sería realmente peligrosa. Grimpábamos por una superficie bastante lisa y complicada. Llegamos a un punto donde Carlos se detuvo. -Hasta aquí he llegado, yo os espero aquí- dijo entre enfadado y asustado. Ya no quedaba mucho para acabar aquel paso, aunque la verdad es que se había puesto complicado. Pero lo cierto es que no había otro sitio por donde subir, así que grimpé un poco más y vi que se acababa y llegábamos a la tartera. Entonces, Dani, que venía detrás de mí, y yo, empezamos a llamar a Carlos para que subiera un poco más. -Vamos Carlos, que esto ya está, unos metros más- le dijimos. Al poco apareció con cara de susto y recordándonos que luego había que bajar por allí. -Esto no es lo que yo me imaginaba- dijo. A lo que yo le respondí -Eso te pasa por no mirar a dónde vienes. Es lo que tiene subir una montaña sin haber estudiado nada del recorrido.- eso es algo muy típico en Carlos que se fía ciegamente de las rutas que vamos a hacer y con la excusa de que no tiene tiempo no se mira nada.

Tramo rocoso con vistas al lago




Ahora ya sólo faltaba ascender por la tartera. Pero fue poner el pie y por cada paso que dábamos nos hundíamos entre las piedras y nos íbamos hacia atrás. Parecía la canción de Ricky Martín, “un pasito palante, un pasito patrás”. No había manera de avanzar, estábamos a unos 3000m de altitud, por lo que nos quedaban unos 300 metros de desnivel. Fue un ascenso muy penoso, en el que casi no nos movíamos del sitio, la pendiente era brutal. Dani se animó un poco más e iba unos metros adelante. No se veía el final porque había una densa niebla que nos lo impedía. Así la sensación era de desconcierto por no saber lo que nos quedaba. De repente empezaron a caer unas gotas, una ligera llovizna que hizo saltar las alarmas. Pensé en por dónde había que volver y, la verdad, es que si llovía fuerte corríamos un grave riesgo. Grité a Dani, que iba unos metros más arriba. -¡Está lloviendo! Deberíamos volver, es peligroso. - a lo que Carlos añadió -Sí, se acabó, Dani, media vuelta. 


Dani hizo caso omiso a nuestra petición de retirada y desapareció en la niebla. De repente, le oímos gritar. -Está aquí, la cima está aquí. – además, había parado de llover. Carlos, al oírlo, arrancó como un miura hacia arriba. Hizo hasta un agujero en el suelo de la potencia con la que se impulsó. En menos de 10 minutos culminamos los tres. Realmente ya estábamos muy cerca, aunque la niebla nos había impedido verlo. Estuvimos unos minutos en la cumbre, no hacía viento y se estaba bien, aunque la visibilidad era completamente nula, todo a nuestro alrededor era blanco. Nos hicimos las fotos de rigor y decidimos iniciar la vuelta cuanto antes.

En la cumbre del Monte Perdido 3355m.



El descenso por la Escupidera fue rápido, nos dejamos caer como si estuviéramos esquiando por las piedras que se iban deslizando al son de nuestros pasos. El tramo de las rocas también lo pasamos rápido y ya enfilamos camino abajo, bastante animados y contentos por haber conseguido hacer cumbre. Deshacer el camino siempre es más sencillo, el hecho de conocer lo que va a venir facilita a que haya una mayor predisposición a ir superando los obstáculos naturales que la bajada nos iba ofreciendo. En un rato llegamos a Góriz, atrás dejamos la niebla y allí en la pradera, en una tarde soleada, vislumbrábamos el refugio. Con la emoción de verlo cerca nos despistamos un poco y perdimos el camino. Vimos a un hombre que pululaba por allí y pensamos que estaría siguiendo el camino, así que empezamos a bajar por la ladera de la montaña. El hombre, al vernos bajar desbocados hacia él, nos avisó -El camino no es por aquí, yo estoy buscando cobertura.- Ya no había nada que hacer, así que seguimos barranco abajo como pudimos. Saludamos al hombre y éste nos preguntó si veníamos del Monte Perdido, a lo que Carlos matizó lleno de orgullo y satisfacción -Sí, pero de arriba del todo, ¿eh?- Todo esto mientras seguíamos en bajada libre intentando mantener el equilibrio hasta llegar al dichoso camino.

Alegría en el descenso




Hicimos una parada técnica en Góriz, comimos y bebimos un poco ya con la idea de hacer el último repostaje antes de concluir la ruta. No perdimos demasiado tiempo en el refugio y tiramos por el sendero en busca de las cadenas para bajar a Cola de Caballo. La verdad es que las piernas empezaron a doler y ese tramo se nos hizo ya un poco largo. Carlos siguió por el sendero y Dani y yo bajamos por clavijas. Abajo nos encontramos los 3. Ya con bastante fatiga, iniciamos la marcha hasta la Pradera de Ordesa, que estaba aún a 9 kilómetros. Corrimos a tramos para intentar acortar el tiempo, algún kilómetro lo hicimos todavía a 5'. Aunque también es cierto que cuando había bajadas y piedras casi preferíamos caminar porque los cuádriceps y las rodillas ya nos lo pedían a gritos. Llegamos al coche cuando justo se hizo de noche. Tras 9 horas y 40 minutos, 36 kilómetros de pura montaña y la satisfacción de haber hecho cumbre, aunque sólo fuera por no tener que volver a intentarlo. 






Parciales:

subida: (5h35)
Pradera Ordesa- Cola de Caballo: 1h17
Cola de Caballo- Góriz: 59'
ERROR (nos equivicamos de camino): 42'
Góriz- Cumbre Monte Perdido: 2h37 

bajada:(4h05)
Cumbre Monte Perdido - Góriz:1h43
Góriz - Cola de Caballo: 57'
Cola de Caballo - Pradera de Ordesa: 1h25'



1 comentario:

  1. Que bo Ricky!! Gran descripció i aventura! Quina llàstima no haver pogut venir!

    ResponderEliminar