“3ª etapa: Rabanal Del Camino – Ponferrada, 35 km más a cuestas…”
Jueves 7 de octubre 2010
Jueves 7 de octubre 2010
Alguien encendió de repente la luz y eso me despertó. Hoy ya no estaba tan enérgico ni tan impaciente por empezar la etapa, en mi recuerdo aún estaba fresco el suplicio que pasé ayer. Ya eran las 7 pasadas cuando decidí poner los pies en el suelo. Noté un dolor intenso en todo el cuerpo, emití un sonido de queja y me levanté. El trayecto de la cama al lavabo fue una auténtica parodia de Chiquito de la Calzada, “no puedor, no puedor”.
Nos vestimos y desayunamos. Estuvimos un buen rato en el bar de al lado hablando con los propietarios. Les hizo gracia lo que estábamos haciendo y nos dieron ánimos. La mujer nos regaló unas barritas energéticas para el trayecto de hoy y nos despedimos cordialmente mientras nos decía que seguiría nuestras aventuras por TR Running. Eran las 9 pasadas y hacía rato que no quedaba ningún peregrino por allí. Así que tras prepararnos empezamos a correr mientras la mujer del albergue nos veía desaparecer en la niebla.
Nos esperaban 8km de subida intensa hasta la mítica Cruz de Hierro, el punto más alto del recorrido, a 1600 metros de altitud. Al poco de iniciar la marcha, Raúl empezó a mostrar signos de dolor. Durante un rato intentó correr con nosotros pero pronto optó por aflojar y tomarse la etapa con un poco más de calma disfrutando de los preciosos paisajes que nos ofrecía el trayecto de hoy. Dani y yo optamos por subir por la carretera que iba paralela al camino, por donde subían los ciclistas. Fue un momento divertido porque pusimos música en el móvil e íbamos cantando, haciendo nuestra propia versión de las canciones que escuchábamos. Al rato divisamos la silueta de la cruz entre la neblina. En ella los peregrinos redimen sus pecados dejando una piedra que, según la culpa que sienta cada uno, será más o menos grande. Otros optan por dejar objetos personales como ofrenda. Hicimos la parada de rigor y pusimos una “piedrecita”cada uno.
Al rato Empezamos a bajar, al principio poco a poco, pero luego la cosa empezó a ser más seria, había descensos que eran una auténtica tortura para nuestras castigadas piernas. En los trayectos planos tomé algunos parciales que rondaban los 5’00 minutos el kilómetro, en las bajadas curiosamente nos íbamos a 5’30. Cabe recordar que llevamos una mochila cargada a la espalda que multiplica mucho la dificultad de ir corriendo. Durante el trayecto no paramos de recibir muestras de apoyo de los peregrinos a los que vamos adelantando, algunos nos preguntan si pensamos llegar hasta Santiago así, Dani siempre responde “sí, ¿falta mucho?”, luego sonriendo les deseamos a todos “buen camino” y ellos, sean del pais que sean, responden con la misma frase en un castellano más o menos entendible… “buen camino, amigos”.
Cuando llevábamos 18km paramos a beber agua en una fuente y a comernos unas barritas energéticas. Enseguida emprendimos el camino directos a Ponferrada bordeando unos barrancos tan bonitos como profundos, estaban ataviados con una vegetación frondosa que se unía a la vista de las montañas de fondo y al cielo azul, dándole al conjunto del paisaje una enorme belleza. La bajada iba castigándome cada vez más y las rodillas estaban empezando a sufrir demasiado. Como siempre, pasando del km 30 empiezan a venirme todos los males y ya notaba muy inflamado el lateral de la rodilla derecha. Al cumplir el km 34 ya habíamos entrado en Ponferrada y en un momento en que dudamos de hacia dónde había que dirigirse para ir al albergue paramos unos instantes, en ese preciso momento noté que ya no podía seguir corriendo. Un señor mayor que estaba allí,sentado en una silla a la puerta de su casa, nos indicó que restaba un kilómetro hasta nuestro destino, pero yo ya no podía arrancar a correr, me dolía tanto la rodilla que no podía ni caminar… a pesar de todo mantuve el buen humor y dirigiéndome a Dani le dije “no puedo seguir adelante, mátame, acaba conmigo y sigue tú”. Al final pude llegar a mi destino aunque fuese a la “pata coja”. Nos aposentamos y nos duchamos mientras esperábamos la llegada de Raúl.
Al levantarnos de la mesa, tras haber comido, sentí unos pinchazos tremendos en las dos rodillas, iba caminando por la calle completamente cojo y bajar unas escaleras era una auténtica odisea para mi. Me he comprado una caja de Nurofren, la farmaceútica me ha dicho que me puedo tomar hasta 3 al día, pero yo estoy por coger media docena de huevos , echarle la caja entera y hacerme una tortilla de anti inflamatorios. Ya sólo nos queda descansar y esperar a que mañana cuando nos levantemos estemos todos más o menos reparados y podamos seguir adelante. Ya llevamos 108km recorridos de los 310 de que consta el reto. Hoy dormiremos a 202 km de Santiago.
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