Recientemente he tenido la oportunidad de pasar unos días en la isla de Tenerife. Quizá, tiempo atrás, no me hubiera parecido imprescindible, pero ahora, tras haber sentido la llamada de las montañas, era una prioridad acercarme a los aledaños del pico más alto de España y salir a correr por allí. Para ello me llevaron hasta una ruta llamada las 7 cañadas, 16'5 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta a unos 2.200 metros de altitud. En esa altiplanicie la imagen del majestuoso pico del Teide te acompaña en todo momento.
mapa de las rutas |
el pico del Teide siempre de fondo |
desde el Parador Nacional |
Ese entrenito lejos de cansarme me provocó una carga de energía considerable.Tengo claro que correr por la montaña te da vida, no sé, es algo especial. Tal es así, que al día siguiente tenía previsto ir a hacer otro recorrido por el monte Masca, sin embargo, de camino hacia allí, casi sin querer y decidiéndolo 30 minutos antes de la prueba, me presenté en la línea de salida de una milla (1.609 metros de nada) que se iba a disputar en un estadio de atletismo. La verdad es que no sé exactamente por qué me dio, tal vez por mi neura este año de probarlo todo, pero el caso es que allí estaba yo con un dorsal puesto a punto de enfrentarme a unos cuantos mediofondistas tinerfeños. No lo hice mal del todo, ya que finalmente entré 5º clasificado, aunque, cuando lo requerí, mi cambio de ritmo no apareció por ningún lado. A la que empezaron a esprintar para disputar la victoria no tuve nada que hacer. Creo que cada vez mi mutación es más evidente. La próxima milla que haga será vertical.
momentos antes de disputar la milla |
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