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lunes, 2 de julio de 2012

EN EL MONTE PERDIDO



Cuando Danielem me dijo de ir al Monte Perdido dije que sí sin pensármelo. Las dudas vinieron después, cuando empezaron a decirme todo el material que necesitaba para poder subir. Que si grampones, piolet, frontal, palos, botas, camelback, saco de dormir, tienda de campaña, comida, navaja, chubasquero, gorra, ropa de abrigo, crema solar...¡ Buf! ¡Qué agobio! Suerte que tengo a mi gran amigo Radulfum que me dejó muchas de esas cosas y que me instruyó un poco en cómo y cuándo utilizarlas. La pena es que él no pudiera venir, aún convaleciente de su rotura de peroné.;

En Aínsa, a punto de cenar.
Cayetano, el padre de Dani, y sus amigos Onorio, Gabi y Diego son unos intrépidos aventureros que superan la cincuentena de edad pero que tienen una vitalidad asombrosa y un alma increíblemente joven. Y ellos fueron precisamente los que tuvieron esta ocurrencia, convencieron a Dani y este luego lo hizo conmigo. Así pues, finalmente, a pesar de mis dudas, decidí acompañarles. No sabía muy bien cuál era el plan, pero ya se sabe que la aventura es la aventura. Jordi, el yerno de Diego, iba a ser el guía de la expedición puesto que él había culminado el Monte Perdido en otras dos ocasiones. Completaba el grupo de 8 personas Martina, la única chica que vendría, como buena alemana que es  dura como una piedra, que, como siempre que puede, se apunta a todo lo que hacemos.

Recién levantado, en Fargen



Tras 300 y pico kilómetros de coche llegamos a Aínsa, lugar donde pararíamos a cenar. Curioso fue cuando la chica del restaurante nos preguntó que si veníamos a la carrera... ¿A qué carrera? replicamos. A la del Trail de 60km que hay mañana por aquí, respondió. Dani y yo nos miramos y, por un momento, pensamos en apuntarnos, pero luego reflexionamos que habíamos venido a lo que habíamos venido. Así pues nos fuimos a otro pueblo llamado Fargen a dormir. El sábado nos tocaba una buena caminata hasta Goriz y el domingo el asalto al pico del Monte Perdido.


El duro arte de caminar con mochila
De buena mañana nos desplazamos a Torla, lugar donde dejamos el coche, desayunamos y empezamos a andar por los Pirineos en busca  del parque natural de Ordesa. Aquel paisaje era una maravilla, sin embargo, algo no acababa de dejarme disfrutar. Me veía atrapado por las botas, los palos y aquella pesada mochila llena de comida, enseres y artilugios.¡ Yo quería correr! Para mí, la mejor manera de disfrutar de un entorno como aquel era corriendo, sin duda. Me sentía como un pájaro sin alas. Todo transcurría a cámara lenta, bonito sí, pero con esa lentitud propia del caminar me resultaba un tanto insulso y cansino. Los kilómetros se hacían largos y a pesar de la fantástica visión que teníamos delante no acababa de verle el sentido a aquella enorme carga en la espalda. Estaba retenido en mi impulso natural de correr. A pesar de eso intentaba caminar rápido y algunos kilómetros los hacía por debajo de los 10 minutos. Íbamos haciendo muchas paradas para poder descansar la espalda. Metimos las piernas en las heladas aguas del río y disfrutamos de unas cascadas y saltos de agua de una belleza infinita. De repente vimos dos runners pasar, ¡buah!¡ Qué envidia!... Con una mini mochila, sus gorras, sus gafas y sus zapas de trail... Qué majestuosidad, allí estaban ellos deslizándose ligeros por las piedras, rápidos, ágiles, fue un visto y no visto. Era como haber visto un par de gacelas que se cruzan en tu camino y que desaparecen rápido fundiéndose con el horizonte, dejándote atrás, ahí, con tu lentitud, con tu cascarón, como si fueras un caracol . Yo, en ese momento, estaba sentado en una piedra, comiéndome un bocadillo al lado del río, hubiera saltado y abandonado allí mi enorme y pesada mochila para unirme a ellos. Dani se giró hacia mi señalándolos, con su mirada me lo dijo todo, está claro que los dos somos de la misma especie. Somos Corregrinos.

Las aguas del río estaban congeladas.


una de las muchas cascadas que había por el camino
 Tras 17 km llegamos a Cola de Caballo. Allí finaliza la parte más turística y empieza la montaña más en serio. En Ordesa nos habían indicado que al llegar a ese punto tendríamos dos opciones para subir a Goriz : "Podéis subir por clavijas o por senderos... Vosotros subir por senderos,¡ por clavijas no!" -Nos remarcaron-. Jordi, el guia, al llegar allí dijo "subiremos por clavijas... " Yo le recordé lo que me habían dicho y él me respondió: "lo que quieren es que vayamos todos por el mismo sitio, como borregos". Así que subimos por clavijas y eso no es otra cosa que subir por una pared vertical que tiene clavadas unas cadenas a las que te debes ir agarrando mientras te impulsas con las piernas apoyándote en las rocas. Sin duda fue el momento más tenso del día, básicamente por el sobrepeso en la espalda de las mochilas, que en un momento dado puede desequilibrarte. A pesar de algún que otro sustillo pasamos esa parte sin mayores problemas y nos decidimos a enfilar los últimos kilómetros de piedra hasta el refugio. Tras 3 kilómetros más, que completarían unos 20 en total y practicamente todo el día caminando, por fin, llegamos a nuestro destino, el Refugio de Goriz. Montamos las tiendas y luego nos pegamos una cena de campeonato. Cayetano y compañía empezaron a sacar de todo de las mochilas..¡No faltaba de nada! Aquello era un festival, a ellos les valía la pena haber ido tan cargados para luego disfrutar en la alta montaña de todos los caprichos que pudieran tener. Estos hombres son dignos de admirar, que manera tan alegre de vivir la vida.


Dani en la tienda

El horizonte pintaba feo y parecía que las previsiones no auguraban un domingo plácido. Nos citamos a las 5:30 de la mañana y entonces decidiríamos si podíamos o no subir al pico. Efectivamente no tardó mucho en ponerse a llover, el cielo se nubló y una intensa niebla se apoderó de todo. A las 6 de la mañana decidimos que abortaríamos la misión. Había que volver a bajar ya que las nubes empezarían pronto a descargar con fuerza. Y así fue. En pleno descenso empezó a tronar y se vislumbraron rayos en la cumbre. Una intensa lluvia se apoderó de nosotros entre las rocas del camino de vuelta, incluso granizo, que dolía en las orejas de lo fuerte que caía. Fue un momento crítico, ya que no teníamos donde resguardarnos y tuvimos que bajar, esta vez por senderos, hasta Cola de Caballo. Allí nos refugiamos en una caseta y aprovechamos para realizar un copioso desayuno a base de queso, jamón, fuet, aceitunas, vino y todo lo que aquellos buenos hombres llevaban en sus mochilas. Aproveché para cambiarme de ropa y acabar de hacer el descenso en unas condiciones lo más cómodas posibles. Llegamos a casa sanos y salvos, aún a tiempo para ver la final de la Eurocopa.

Expedición al completo antes de volver: Martina, Cayetano, Onorio, Jordi, Diego, Dani, Ricky y Gabi.


Esta vez no fue posible hacer cumbre, las condiciones eran muy adversas. De hecho hoy me he enterado que Toni Nadal, un famoso meteorólogo de TV3, perdió la vida este mismo domingo en un accidente de montaña, probablemente por el tremendo temporal que hubo. A pesar de todo, la verdad es que ha valido la pena venir, aprender y ver el camino, seguro que volveremos a intentarlo, aunque probablemente esta vez volvamos en plan racing, es decir a hacerlo a nuestra manera, como ya hicimos los Corregrinos y Marc Roig no hace mucho con la Pica de Estats. Y esa no es otra forma que corriendo.

El Pico del Monte Perdido.


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