“8ª etapa: Barbadelo-Hospital da Cruz, Al llegar nos abrazamos los tres, porque sabemos que Santiago ya está cerca …”
Martes 12 de octubre 2010
Martes 12 de octubre 2010
Estaba dormido profundamente cuando de repente noté que alguien me estaba tocando la cara con un dedo. Me sobresalté y al mirar a mi izquierda vi la silueta de Raúl colgando de la litera de arriba… “¿qué quieres?” le grité mientras le apartaba el dedo con un manotazo… “¡déjame dormir!”. No sé que hora era, pero volví a conciliar el sueño. Unos minutos antes de las 7 se encendieron las luces de la habitación y empezó a sonar una música algo así como celestial. Los peregrinos más madrugadores ya se habían ido y el resto se puso en marcha enseguida… nosotros tres permanecimos tumbados con los ojos abiertos pero sin movernos. Al rato le dije a Raúl “oye, creo que esta noche he soñado que me tocabas la cara con el dedo” Entonces se empieza a reír y me responde “sí, sí… es que no podía dormir, me aburría y pensé voy a tocarle las narices al Ricky un poco… perdona” yo sólo pude contestarle “estás fatal de la mollera, tanto esfuerzo te está empezando a afectar” y acto seguido nos pusimos a reír.
Cuando ya se había ido todo el mundo nos vestimos, preparamos la mochila y salimos a la calle. Fuimos a desayunar a una caravana que hacía la función de bar y que, al lado, tenía una carpa con mesas. Es gracioso los negocios que se monta la gente en torno al Camino. Después de un desayuno cargado de bromas y buen humor nos lanzamos un día más a la aventura. Hoy fue Raúl el que calentó antes y decidió tomar unos metros de ventaja. Yo me quedé con Dani que sufría por su sobrecarga en el píe. Sinceramente, yo tampoco me encontraba nada bien y mis molestias parecían haberse multiplicado, así que nada, parecíamos dos corregrinos un tanto lisiados. A pesar de nuestra cojera empezamos a adelantar a decenas de peregrinos, algunos de los cuales nos decían que nuestro compañero acababa de pasar corriendo. Pasaban los minutos y los kilómetros y ninguno de los dos acababa de encontrarse bien. Afortunadamente hacía muy buen día y el entorno natural era fantástico. Así que por lo menos disfrutábamos del paisaje. Mucha gente no entiende porque hacemos el camino corriendo, creen que nos perdemos las vistas y que no lo disfrutamos igual que los que caminan. Nosotros no estamos en absoluto de acuerdo y pensamos que la sensación de vida que te da ir corriendo por esos parajes es única. Evidentemente ser un “corregrino” con mochila tiene un precio… y ese precio es el que estábamos pagando hoy con nuestras tendinitis y sobrecargas. A media mañana atravesamos el río Miño y aprovechando que entrábamos en Portomarín, nos paramos a comer unos plátanos y a bebernos un Aquarius. De Raúl no teníamos noticias, por lo visto había cogido la directa y ya no lo pillábamos. Después de reponer fuerzas, fue el momento en que parece que por fin reaccionamos. Se presentaba un ascenso de 11km hasta Hospital da Cruz, nuestro destino de hoy. Dani despertó con la subida y el ‘tractorcillo’ impuso su ritmo machacón. Fue nuestro mejor momento de hoy, íbamos locos adelantando como flechas a otra oleada de peregrinos que nos miraban perplejos. A falta de unos 3 o 4 km la rodilla me dio un pinchazo muy fuerte y tuve que reducir la marcha, le dije a Dani que siguiera, que yo no podía. Él me dijo que volvería por mí cuando llegara… caminé unos metros, luego corrí suavemente y de nuevo incrementé el ritmo. Me dolía mucho, pero quería llegar como fuera. Unos peregrinos empezaron a animarme “vamos, vamos… que tu compañero acaba de pasar por aquí” pregunté “¿queda mucho para Hospital?”… “No, un kilómetro”, esas palabras fueron la gloria para mi. Pronto vislumbré a Raúl y a Dani esperándome al final de una recta haciendo aspamientos con los brazos. Al llegar nos abrazamos los tres, porque sabemos que Santiago ya está cerca y que a pesar de las molestias y las dificultades habíamos avanzado 29km más en la etapa de hoy.
Está claro que cada jornada es una historia diferente y que cada día nos toca a uno u a otro pasarlo mal, pero el optimismo ya se ha instalado en nosotros, estamos muy cerca como para desanimarnos. Lo importante es que nos podamos ir recuperando, o medio recuperando, para empezar a correr al día siguiente. Nuestra mentalidad no va más allá del día en el que estamos, así que sólo nos queda volver a tener una comida amena, brindar con una copa de vino por un objetivo cumplido más y reír con los amigos del Camino. Hoy nos hemos encontrado aquí a Billy, un hombre muy peculiar de New México, que dice que le encanta correr y que él siempre que puede hace unos kilómetros por el Cañón del Colorado. Es un admirador de los Canet Racers Corregrinos, así que se hizo una foto con nuestra chaqueta.
Nos alojamos en el albergue de peregrinos de Hospital da Cruz, ya a menos de 80km de Santiago. Nos quedan dos etapas duras, de unos 27 y 34 km respectivamente y después una extra para disfrutar de los últimos kilómetros antes de llegar a la meta, en plan Campos Elíseos del Tour.
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