“9ª etapa: Hospital da Cruz-Melide… ¡Canet Race Power!!
Miércoles 13 de octubre 2010
Miércoles 13 de octubre 2010
Delante de mi cama había una ventana por la que se veía el cielo de la noche. Durante un rato me quedé mirando a un punto brillante del firmamento, al parecer era el planeta Júpiter. Me lo había comentado Alex, uno de nuestros amigos peregrinos, que por lo visto trabaja en Marte, no en el planeta porque no ganaría para gasolina, sino manejando un satélite que órbita en el planeta rojo. La verdad es que durante la noche di más vueltas que un molino porque si me metía en el saco tenía calor y si me salía tenía frío. El caso es que pasaron las horas y pronto se hicieron las 7. Nuevamente la misma historia, los peregrinos de un lado para otro y nosotros tumbados tranquilamente. La hospitalera nos vino a avisar de que iban a cerrar el albergue y que espabiláramos. Salimos de allí a las 8 y nos fuimos directos a desayunar nuestras ya habituales tostaditas. A las 9 empezamos a correr.
Hoy se respiraba un ambiente competitivo entre nosotros. Debía ser porque todos nos encontrábamos bien y teníamos ganas de correr. Seguramente se trata de el “Canet Race Power” porque desprendíamos los tres mucha energía. Enseguida Raúl tomó la iniciativa conmigo a la zaga, el tractorcillo diésel venía detrás calentando motores. Es curioso, todos tenemos unas molestias tremendas pero ya nadie se queja, lo tenemos asumido. Hoy se veía claro que los tres queríamos llegar lo antes posible a Melide y que no iba a haber tregua. Me sorprendo de lo bien que estamos asimilando el peso de la mochila en la espalda, que ciertamente es un factor muy determinante, creo que ese peso adicional incrementa muchísimo la dificultad de lo que estamos haciendo. Cuando llevábamos 9km,justo en el punto donde una señal del Camino indicaba que para Santiago restaban 69km, Dani empezó a acercarse. Raúl, que es el más impulsivo de nosotros, no se lo pensó dos veces e incrementó el ritmo marcando 4’28 en ese kilómetro. Los siguientes 5km no aflojó y se produjo una brecha entre los tres. Cada uno de nosotros tiene un terreno favorito donde araña segundos, Dani domina las subidas como nadie, Raúl las bajadas empedradas y yo las rectas de asfalto. El caso es que iban pasando los kilómetros y aquí nadie daba su brazo a torcer. Cuando llevaba casi 20km mi rodilla falló y me dio un soberano pinchazo, tuve que aflojar un instante y parar a estirar, Dani aprovechó y me adelantó cogiéndome unos metros de ventaja. No quise rendirme y volví a correr poco a poco hasta que el dolor fue desapareciendo lentamente. Nuevamente se encendió el motor gasolina y no tardé en pillar a Dani. A partir de ese momento fue una caza y captura a Raúl. Los kilómetros iban pasando y cada vez íbamos mejor, mucho más motivados y más rápido, por debajo de 4’30 cada mil. Los peregrinos no daban crédito a la velocidad a la que los adelantábamos con la mochila a cuestas. Incluso se hacían partícipes, nos animaban y nos indicaban que nuestro compañero acababa de pasar. A penas quedaba un kilómetro para llegar a Melide y vimos a Raúl muy cerca, en ese momento se produjo el momento más divertido y emocionante de nuestro reto. Llevábamos 27km en las piernas y todos empezamos a esprintar para ganar la etapa. Sinceramente la situación era cómica porque entramos en Melide como si de una carrera se tratara, derrapando en las curvas. De repente entre risas, dije, “bueno vale ya, ¿no? hacia dónde esprintamos si aquí no hay ninguna línea de llegada” Dani me dijo “yo hasta que no paréis vosotros no paro”. En ese momento paramos de correr y dimos por acabada la etapa. Nos sentíamos eufóricos por las buenas sensaciones que habíamos tenido, por fin un día en el que todos acabamos fuerte. Quién nos iba a decir que en la etapa número 9 íbamos a tener tanta energía, con lo mal que lo habíamos llegado a pasar en las etapas precedentes.
Nos comimos un par de plátanos y nos bebimos un Aquarius. El GPS TwoNav marcaba 27’63 kilómetros realizados, estamos ya muy cerca de Santiago, a penas 50 kilometritos más. Ahora venía la parte divertida de la jornada… tocaba instalarse en el albergue municipal, ducharse, cambiarse e ir a comer uno de mis platos favoritos, el pulpo a la gallega. Para comer fuimos a la Pulpería A Garnacha. Mientras comíamos los peregrinos no paraban de saludarnos, ciertamente nos hemos hecho muy populares, incluso nos preguntan por nuestras lesiones y nos desean suerte. Luego, por la noche, cenamos en la famosa Pulpería Ezequiel. Fue un auténtico homenaje gastronómico… ¡Hoy nos lo habíamos ganado!
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