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domingo, 14 de noviembre de 2010

ETAPA FINAL: PEDROUZO-SANTIAGO DE COMPOSTELA


“Reto conseguido… ¡ya estamos en Santiago!”
Viernes 15 de octubre 2010


Veía las estrellas… y no las del cielo de Santiago precisamente. Había dormido muy mal porque la tendinitis no paró de dolerme. Al levantarme vi que la rodilla estaba ligeramente inflamada. Mis compañeros estaban igual, con secuelas de la etapa de ayer y de la acumulación total de kilómetros. Nos quisimos levantar un poco más pronto de lo habitual para llegar antes a Santiago. Así que hoy nos pusimos en marcha antes de lo normal. Desayunamos y sobre las 7.30 salimos a la calle preparados para afrontar los últimos kilómetros. Era noche cerrada todavía y nuestros primeros pasos denotaban una marcada cojera por parte de los tres. Enseguida llegamos a un bosque, fue entonces cuando nos dimos cuenta de que no teníamos linternas, no nos habíamos planteado correr de noche. Aquello estaba más oscuro que la boca del lobo y no pudimos más que sacar los móviles para intentar iluminar el suelo. Yo iba delante enfocando hacia abajo para no tropezar con nada. De repente noté un tremendo impacto en el tabique nasal, no sabía qué había pasado y durante unos instantes me quedé aturdido. Mis compañeros, que venían detrás, me vieron retroceder debido al impacto y llevarme las manos a la cara. En el momento se asustaron y preguntaron “¿qué pasa, qué pasa…. estás bien?” Entonces se dieron cuenta de que había una rama cruzada en medio del camino. Cuando pude recuperar el habla dije “¡ mi nariz, mi nariz!”. Afortunadamente enseguida vi que el golpe no revestía gravedad, así que no pude más que ponerme a despotricar mientras mis compañeros no podían parar de reír. Al cabo de un rato amaneció y pudimos empezar a avanzar de una vez. Hoy era una etapa de relax, así que en todo momento permanecimos juntos, se trataba de disfrutar de nuestros últimos instantes en el Camino. Como cada día fuimos saludando a todos los peregrinos a los que íbamos adelantando, hoy con un plus de alegría porque se trataba del ultimo sprint.

Una vez entramos en Santiago de Compostela aún nos restarían unos 4km por dentro de la ciudad hasta llegar a la catedral. Cuando ya estábamos llegando nos topamos con nuestros queridos Antonio y Luchi, unas de esas personas tan especiales que hemos tenido la suerte de conocer, ellos junto con Manolo, otra gran persona, han sido nuestros consejeros y amigos. Han compartido su experiencia acumulada en el Camino durante años con nosotros, son gente que encuentra su felicidad y su plenitud aquí… las personas así son la verdadera esencia del Camino de Santiago. Así que no dudamos en parar de correr y hacer los últimos metros andando con ellos. Entrar en la plaza de Obradoiro fue una sensación muy especial, en ese momento se te pasan por la cabeza todos los kilómetros que has hecho y todas las experiencias vividas hasta llegar allí, todo comprimido en un instante.

Después de recoger la Compostelana e instalarnos en el apartamento que teníamos alquilado, procedimos a culminar nuestro reto celebrándolo, como marcan los cánones, con una buena mariscada y brindando con una copa de Albariño. Ahora nuestros nombres son Radulfum, Danielem y Richardum, más conocidos como los “Corregrinos”. Una vez habíamos comido nos dispusimos a pasear por la ciudad y disfrutar de todos los peregrinos que nos íbamos encontrando y que nos saludaban efusivamente. En Santiago existe una calle tradicional donde hay muchos bares y restaurantes, al inicio de la misma hay un bar que se llama París y al final otro que se llama Dakar. Es costumbre realizar una ruta de 28 bares denominada París-Dakar y tomarse en cada uno de ellos un corto de cerveza o un vino junto con una tapa. Haciendo un poco de parodia del Camino, te sacas una credencial y por cada bar en el que tomas algo te ponen un sello. La verdad es que en cada uno de los bares nos tirábamos más de media hora hablando con todo el mundo, por lo que a penas visitamos más de una docena de bares en toda la tarde-noche. Según avanzábamos íbamos haciendo más amigos y pronto contamos con la compañía de dos chicas, Sara y Silvia, que cortésmente nos hicieron de guías. Al rato también se acopló otro grupo que, como nosotros, estaban haciendo el recorrido. A la que nos dimos cuenta éramos 9 personas hablando como Eduard Punset y asintiendo con la cabeza a todo lo que nos decían. Por la calle todos nos conocían como los corregrinos e incluso hubo un momento en el que en un balcón empezaron a cantar “los corregrinos… Lalalalalá, los corregrinos…. lalalalalá…” entonces los tres empezamos a saludar con las manos en alto saltando al ritmo de la canción mientras el resto de transeúntes, universitarios en su mayoría, se unían a la canción. Fue el momento cumbre de la noche y se puede decir que la liamos parda. El cachondeo ya venía cuando entrábamos en un bar y le decíamos a la gente “he visto que nos estábais mirando y sí, somos nosotros, efectivamente somos los corregrinos, no os equivocais.” Otro momento emotivo, fue cuando nos encontramos a Martina, una peregrina alemana que, al vernos, tuvo tal alegría que nos abrazó y se puso a llorar mientras decía ” the most beatiful runners on the Camino”.

Nuestro día en Santiago fue el colofón perfecto a una experiencia inolvidable que no sólo permanecerá en nuestras memorias sino en la de muchas otras personas con las que hemos tenido la suerte de coincidir. Probablemente, en el futuro, los peregrinos se preguntaran si realmente los corrregrinos existieron alguna vez o si simplemente fue una leyenda.

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