LECCIÓN EN RIUDELLOTS
Es curioso que, con los años que llevo corriendo, todavía caiga en errores como el que cometí en esta San Silvestre Riudellenca. Con esto uno aprende que nunca se sabe lo bastante ni se tiene la suficiente experiencia. Aún así, me congratula que hoy, a pesar de llevar más de 20 años participando en competiciones de toda índole, aún pueda haberme llevado una lección que aunque no sea del todo nueva, si sirve para refrescar la memoria de cómo se debe plantear una carrera en la que se tiene opciones de ganar.
La mañana se presentó fría. Yendo hacía Riudellots se podía observar que todos los prados que bordean la carretera estaban escarchados. A pesar de que la hora era muy buena para correr en estas fechas (las 11 de la mañana) y de que el sol ya había hecho acto de presencia, aún dolía respirar ese aire tan gélido que congelaba los pulmones. Así que opté por correr con manga larga para evitar posibles molestias en brazos y hombros. Lo cierto, es que me sentía con posibilidades de ganar, aunque también era consciente del potencial de mis rivales. Sabía que sólo una buena estrategia me podía llevar a conseguir el éxito. Mi planteamiento fue sencillo: controlar, aguantar y atacar al final.
Una vez explotó en el cielo el cohete que daba la salida, inicié mi reto y puse en marcha mi táctica. El ritmo inicial fue bastante cómodo, quizá demasiado. Hacía frío y costaba calentar las piernas. Una vez superados los 2 kilómetros íbamos en cabeza un grupo de 15 atletas. Cumplido el objetivo de superar la primera criba, ahora tocaba controlar. Ahí fue donde me equivoqué estrepitosamente. Mi error fue acomodarme a un ritmo no muy exigente y resguardarme detrás de la más de una docena de acompañantes. Tal es así, que estando yo inmerso de pleno en Babia, llegando al 4º km, se produjo un movimiento clave en la cabeza del grupo. Fue Orim Jamal el que, propinando un cambio brusco, se encargó de romper la monotonía del ritmo constante que se había apoderado del pelotón. El favorito a la victoria final y a la postre vencedor, Adel Mechal, fue tras él llevándose consigo a su compañero de equipo, Jaume Quintana, ambos muy atentos en todo momento. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando fue tarde. Quise reaccionar, adelanté de golpe a más de diez atletas en un desesperado sprint por atrapar a los tres escapados… como un auténtico pardillo sucumbí a mi propio planteamiento. De repente vi como se alejaba el pódium a una velocidad vertiginosa. El fuerte viento, que en ese tramo del circuito soplaba en contra, acabó de hundirme psicológicamente… en mi mente un solo pensamiento: “si pudiera reiniciar la carrera gritaría: ¡¡¡No, no... no vale, se repite, se repite, que me he equivocado!!!”. La realidad es que me quedaban más de 2 kilómetros en los que además llegaría a perder hasta la 4ª plaza en manos del corredor de Lloret, Salvador Ciurana. Para rematar mi desdicha, a falta de 400 metros, me dio un pinchazo en el gemelo izquierdo que no me afectó en el 5º puesto final, pero que me hizo acabar con un tremendo dolor la última recta.
El año pasado, en esta misma carrera, corrí los 7’4 km de los que constaba el circuito a un ritmo medio de 3’10/km. Este año el mismo circuito, aunque reajustado a 7km exactos, lo completé a una velocidad de 3’21”/km. Mi estado de forma es similar, incluso puede que un poco mejor, así que es obvio que tan importante es entrenar como saber competir. Reconozco que hoy no he acabado demasiado contento ni he disfrutado mucho, porque aunque corro para divertirme, es evidente que la diversión radica en sentir que uno ha dado lo máximo de sí mismo, consiga el puesto que consiga. Siempre tiene que existir el componente de la superación de pequeños retos y objetivos (dentro de las posibilidades de cada cuál) que son los que hacen que cada día se mantenga la ilusión de salir a entrenar. Lo intentaremos de nuevo en la Sant Silvestre de Girona (si el gemelo me lo permite).
Es curioso que, con los años que llevo corriendo, todavía caiga en errores como el que cometí en esta San Silvestre Riudellenca. Con esto uno aprende que nunca se sabe lo bastante ni se tiene la suficiente experiencia. Aún así, me congratula que hoy, a pesar de llevar más de 20 años participando en competiciones de toda índole, aún pueda haberme llevado una lección que aunque no sea del todo nueva, si sirve para refrescar la memoria de cómo se debe plantear una carrera en la que se tiene opciones de ganar.
La mañana se presentó fría. Yendo hacía Riudellots se podía observar que todos los prados que bordean la carretera estaban escarchados. A pesar de que la hora era muy buena para correr en estas fechas (las 11 de la mañana) y de que el sol ya había hecho acto de presencia, aún dolía respirar ese aire tan gélido que congelaba los pulmones. Así que opté por correr con manga larga para evitar posibles molestias en brazos y hombros. Lo cierto, es que me sentía con posibilidades de ganar, aunque también era consciente del potencial de mis rivales. Sabía que sólo una buena estrategia me podía llevar a conseguir el éxito. Mi planteamiento fue sencillo: controlar, aguantar y atacar al final.
Una vez explotó en el cielo el cohete que daba la salida, inicié mi reto y puse en marcha mi táctica. El ritmo inicial fue bastante cómodo, quizá demasiado. Hacía frío y costaba calentar las piernas. Una vez superados los 2 kilómetros íbamos en cabeza un grupo de 15 atletas. Cumplido el objetivo de superar la primera criba, ahora tocaba controlar. Ahí fue donde me equivoqué estrepitosamente. Mi error fue acomodarme a un ritmo no muy exigente y resguardarme detrás de la más de una docena de acompañantes. Tal es así, que estando yo inmerso de pleno en Babia, llegando al 4º km, se produjo un movimiento clave en la cabeza del grupo. Fue Orim Jamal el que, propinando un cambio brusco, se encargó de romper la monotonía del ritmo constante que se había apoderado del pelotón. El favorito a la victoria final y a la postre vencedor, Adel Mechal, fue tras él llevándose consigo a su compañero de equipo, Jaume Quintana, ambos muy atentos en todo momento. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando fue tarde. Quise reaccionar, adelanté de golpe a más de diez atletas en un desesperado sprint por atrapar a los tres escapados… como un auténtico pardillo sucumbí a mi propio planteamiento. De repente vi como se alejaba el pódium a una velocidad vertiginosa. El fuerte viento, que en ese tramo del circuito soplaba en contra, acabó de hundirme psicológicamente… en mi mente un solo pensamiento: “si pudiera reiniciar la carrera gritaría: ¡¡¡No, no... no vale, se repite, se repite, que me he equivocado!!!”. La realidad es que me quedaban más de 2 kilómetros en los que además llegaría a perder hasta la 4ª plaza en manos del corredor de Lloret, Salvador Ciurana. Para rematar mi desdicha, a falta de 400 metros, me dio un pinchazo en el gemelo izquierdo que no me afectó en el 5º puesto final, pero que me hizo acabar con un tremendo dolor la última recta.
El año pasado, en esta misma carrera, corrí los 7’4 km de los que constaba el circuito a un ritmo medio de 3’10/km. Este año el mismo circuito, aunque reajustado a 7km exactos, lo completé a una velocidad de 3’21”/km. Mi estado de forma es similar, incluso puede que un poco mejor, así que es obvio que tan importante es entrenar como saber competir. Reconozco que hoy no he acabado demasiado contento ni he disfrutado mucho, porque aunque corro para divertirme, es evidente que la diversión radica en sentir que uno ha dado lo máximo de sí mismo, consiga el puesto que consiga. Siempre tiene que existir el componente de la superación de pequeños retos y objetivos (dentro de las posibilidades de cada cuál) que son los que hacen que cada día se mantenga la ilusión de salir a entrenar. Lo intentaremos de nuevo en la Sant Silvestre de Girona (si el gemelo me lo permite).
Como tu bien dices, de los errores se aprende, aunque uno tenga ya cierta experiencia, nunca se sabe todo. Seguro que en la próxima no fallas en lo mismo.
ResponderEliminarFallo de novato, sí. Pero gran lección la que has aprendido. Ánimo con las próximas carreras y entrenamientos.
ResponderEliminarBravo crack!! gran lectura post carrera, de todo se aprende.
ResponderEliminarSoy Emi, el chico que te saludó en el calentamiento, soy amigo de Renato, te acuerdas?
un saludo crack y te veo en girona.