LOS RUNNERS Y LOS PERROS
Habitualmente, cuando me quedo en Blanes, salgo a rodar por allí. Suelo hacer un recorrido que transcurre, durante unos 10 minutos, a través de un bosque para luego llegar a un circuito circular de unos 3 km, allí acostumbro a dar tres vueltas antes de volver por el mismo bosque que he venido. Las vueltas que doy discurren por un camino de tierra que pasa por delante de una serie de masías. Allí, suelto en medio del camino, acostumbra a esperarme un perro gruñendo y enseñándome los dientes cada vez que paso. No es que sea un perro que intimide demasiado, puesto que no es muy grande, pero sí que tiene malas pulgas. Una vez llego a su altura, suele perseguirme durante unos 200 metros ladrando desesperadamente a escasos centímetros de mis tobillos. Es verdad que nunca me ha mordido pero ciertamente es una situación que incomoda mucho porque, a parte de que te corta el ritmo, siempre piensas que se le pueden cruzar los cables y arrearte un buen mordisco.
Hago este entrenamiento una o dos veces por semana y , la verdad, es que me gusta el recorrido. Pero reconozco que últimamente el dichoso perro me retrae a la hora de hacer ese circuito. Es como cuando era un niño y me montaba en el tren de la bruja, nunca sabías por dónde iba a aparecer golpeándote con la escoba. Y es que el mero temor de saber que podía salir de cualquier esquina te hacía estar en tensión durante todo el trayecto. Con el perro me pasa igual, cuando menos me lo espero allí está. Y hoy de nuevo ha ocurrido. Transcurría mi primera vuelta y de repente ha aparecido enérgico como siempre, mostrando sus afilados colmillos y dispuesto a entablar una nueva batalla psicológica contra mi. Hoy se ha mostrado realmente agresivo y he creído que me mordía, he tenido que pegarle un grito y hacer un amago de patada para que se alejara unos metros de mi. Durante la siguiente vuelta he estado pensando qué debía hacer, porque era obvio que en unos minutos me volvería a cruzar con él. He recordado entonces un libro que leí recientemente, escrito por Paolo Coelho, llamado “el Peregrino de Compostela”. En él Coelho narra sus peripecias cuando en 1986 realizó el Camino de Santiago. Con esta novela pretende mostrar una parábola sobre la necesidad de encontrar nuestro camino en la vida. Durante la historia explica como un perro, que metafóricamente representa sus miedos en la vida, le persigue durante todo el trayecto desafiándolo constantemente. Su guía, tras varios encuentros inesperados con el animal, le aconseja que deberá enfrentarse de una vez por todas a él, puesto que si no lo hace siempre va a tener el miedo de volverse a topar con su presencia. Obviamente yo no iba a pelearme con el perro, ni mucho menos a hacerle ningún daño, así que cuando completada la segunda vuelta me volví a topar con el can opté por detener mi marcha y ponerme frente a él. Durante unos instantes el perro se volvió loco y empezó a ladrarme ferozmente, pero sin acercarse más de tres metros. Me puse de cuclillas y empecé a mirarle fijamente a los ojos. Le ordené que se acercara a mí, con la intención de acariciarle para que se calmara y me conociera, pero no se atrevió. Siguió ladrando aunque cada vez de forma más pausada y ya sin demasiada convicción. Permanecí unos minutos mirándolo sin moverme hasta que dejó de ladrar y se puso a mirar para otro lado, como si yo ya no estuviera allí. Seguí corriendo ansioso por saber como reaccionaría, ahora que me había enfrentado a él pacíficamente, en mi última vuelta. Al volver a pasar, el perro ya no estaba en el camino, se había ido.
Lo cierto es que no todos los perros sienten animadversión por los runners e incluso hay algunos que colaboran con sus dueños a la hora de correr. Este es el caso de Sancho, el perro de mi amigo Dani, un Braco de Weimar al que le encanta competir en la especialidad de canicross y que muchas veces comparte rodajes con nosotros. Quizá un día me lo lleve conmigo al circuito de Blanes para que, si nos encontramos con el susodicho perro, le explique en su idioma que no debe perturbar el paso de un corregrino.
No recuerdo muy bien como fue, por que esto pasó cuando aún entrenábamos juntos (fíjate si hace tiempo) pero creo que la cosa más o menos fue así:
ResponderEliminarSubíamos de las pistas (tu, Francesc O. y yo) hacia el tenis cuando a los pocos metros de llegar nos aparece uno de estos animalitos de cuatro patas (además apostaría que era un dogo alemán, pequeño él).La primera reacción de Francesc fue cogerte por los hombros y ponerte entre el susodicho animal y el y empezar a correr en dirección contraria… Allí te quedaste tu, mirando al pobrecito perro que solo quería jugar un ratito contigo, puesto que yo también mi fui para abajo. Siempre has sido más rápido que nosotros, pero aquel día hubo alguien con una reacción bastante más rápida que la tuya….
Xavi
Jajaja! pues ya no me acordaba de eso... aunque, ahora que lo dices, aquí el perro fue el Francesc por utilizarme de escudo. :)
ResponderEliminarCreo que todos hemos tenido algún encuentro de estos. A mí, en la carretera de Sant Cebriá me vino uno todo ladrando y lleno de dientes como un loco, yo me acojoné mucho y eché a correr como un poseso, y esto viene el dueño y me dice : tranquilo que no muerde... Joder no muerde! y los dientes eran de adorno??. A mí la verdad me dan un poquito de "respeto". Muy bonita tu entrada, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarYa tuviste narices, por ser educada y no decir algo más gordo, de ponerte de cuclillas y mirarle directamente a los ojos, tuviste suerte!!! normalmente esto último, si lo haces con cualquier animal en ese estado, no suele tener buenas consecuencias. Confiesa, le tiraste un trozo de carne!!! ¬¬ jajaja
ResponderEliminarMe alegro el perro haya dejado tu circuito para que corras a tus anchas y tranquilo. Recuérdame que mande a mi perra a pasear por esos lares ;)jijijiji
pues yo he tenido que dar la vuelta por culpa de perros de casas sueltos que por su actitud de orejas y cola, pensaban ir a saco... yo solo veo una solucion, mejor dos:
ResponderEliminaro dar vuelta o enfrentarse (llamase spary, ahuyemntador ultrasonidos etc).
He visto Pits sueltos con la cancilla abierta al lado de la carretera, Son perros guardianes. esos no atienden a razones...
algun consejo?
saludos