¿ES BUENO COMPETIR SIN ESTAR AÚN EN FORMA?
Siempre he sido de la opinión de que competir ayuda a mejorar el estado de forma. A parte de proporcionarte ese punch, ese puntito más que te da poner el cuerpo al límite de sus posibilidades, además ayuda a motivarse, a tener un objetivo cercano por el que entrenar. Sin embargo, también creo que lanzarse al ruedo sin estar en forma tiene sus peligros. De hecho yo he podido comprobarlo recientemente, aunque es una situación que ya he vivido en múltiples ocasiones.
Debo reconocer que tras mi último parón obligado por lesión, iniciado allá por el mes de marzo, ahora, tras cuatro semanas de entreno, en los que he realizado unos 70 kilómetros semanales y algún que otro entreno de ritmo, he empezado a notar el gusanillo de la competición. ¿Demasiado pronto? Sí, sin duda, el sábado en la media maratón por relevos que hicimos en Mataró lo noté. A parte de llevar de por sí un ritmo inferior al que quizá podría correr, hay otros factores que se notan mucho. Por ejemplo, cualquier esfuerzo fuera de lugar que puedas realizar, como un simple esprint para ganar una posición, te pasa factura. Cuando no estás en forma la línea entre lo aeróbico y lo anaeróbico es muy fina, se traspasa con suma facilidad y sus consecuencias son nefastas, la evidente falta de fondo provoca que enseguida sufras un irreparable “clavote”. Yo lo noté el sábado nada más salir, tuve que hacer un esfuerzo por atrapar a mi rival, y luego en la subida ya iba anaeróbico perdido... ¡¡y acababa de empezar!! Me costaba respirar y llevaba una sensación de pesadez propia de la falta de costumbre de competir. Sinceramente, me encontré mal. Normalmente suelo tener fuerza para un último cambio al final de la carrera, es ese cartucho que siempre te guardas por si las circunstancias de la carrera te lo exigen. Nada, tampoco estaba, pólvora mojada. En conclusión, cuando no estás en forma te presentas a una carrera sin capacidad para realizar cambios, sin ritmo y sin posibilidades de acabar fuerte.
En fin, todas estas penurias y limitaciones que uno sufre con impotencia cuando compite por debajo de sus posibilidades tienen su recompensa. Y es que creo que rompes una barrera y que al haberle exigido al cuerpo un poquito más de lo que podía en ese momento, digamos que se adapta al esfuerzo y que sube un escalón más su estado de forma. Y sí, ciertamente, yo he notado esta semana un poquitín de mejora, por ejemplo, he podido acabar un entreno haciendo un mil en 2'53, cuando la semana pasada, quizá con la misma sensación de esfuerzo, lo hice en 2'57. Pero claro, competir sin estar en forma tiene un precio y ese es el factor psicológico. Es muy duro ver que rivales que normalmente no te ganan te superan con facilidad, es difícil mirar el crono y ver que a pesar de que estás sufriendo estás yendo 10 o 15 segundos más lento por kilómetro de lo que quizás deberías ir. Esto sin quererlo va minando tu moral y entras en un estado de aceptación peligroso. Uno tiene que ser consciente de lo que pretende y de lo que vale, es necesario mantener una autoestima alta para poder seguir aspirando a mejorar o simplemente a conseguir retos. Está claro que uno debe ser consciente de sus aspiraciones según la situación en la que se encuentre y el tiempo que le dedique. En mi caso, por ejemplo, no puedo pretender correr al nivel que corría antes cuando era atleta profesional, porque ni entreno al mismo nivel, ni dedico tantas horas, ni soy tan joven. Ahora estoy en un nivel popular, pero dentro de lo que entreno, pues tengo una serie de pretensiones que son las que me mueven a seguir corriendo cada día y a disfrutar de ello. Este fin de semana nuevamente voy a competir en una carrera de 7'7km en Santa Cristina d'Aro, en fin, me tocará sufrir de nuevo, pero todo sea por conseguir recuperar un estado de forma óptimo que me lleve a conseguir mis retos personales.
Siempre he sido de la opinión de que competir ayuda a mejorar el estado de forma. A parte de proporcionarte ese punch, ese puntito más que te da poner el cuerpo al límite de sus posibilidades, además ayuda a motivarse, a tener un objetivo cercano por el que entrenar. Sin embargo, también creo que lanzarse al ruedo sin estar en forma tiene sus peligros. De hecho yo he podido comprobarlo recientemente, aunque es una situación que ya he vivido en múltiples ocasiones.
Debo reconocer que tras mi último parón obligado por lesión, iniciado allá por el mes de marzo, ahora, tras cuatro semanas de entreno, en los que he realizado unos 70 kilómetros semanales y algún que otro entreno de ritmo, he empezado a notar el gusanillo de la competición. ¿Demasiado pronto? Sí, sin duda, el sábado en la media maratón por relevos que hicimos en Mataró lo noté. A parte de llevar de por sí un ritmo inferior al que quizá podría correr, hay otros factores que se notan mucho. Por ejemplo, cualquier esfuerzo fuera de lugar que puedas realizar, como un simple esprint para ganar una posición, te pasa factura. Cuando no estás en forma la línea entre lo aeróbico y lo anaeróbico es muy fina, se traspasa con suma facilidad y sus consecuencias son nefastas, la evidente falta de fondo provoca que enseguida sufras un irreparable “clavote”. Yo lo noté el sábado nada más salir, tuve que hacer un esfuerzo por atrapar a mi rival, y luego en la subida ya iba anaeróbico perdido... ¡¡y acababa de empezar!! Me costaba respirar y llevaba una sensación de pesadez propia de la falta de costumbre de competir. Sinceramente, me encontré mal. Normalmente suelo tener fuerza para un último cambio al final de la carrera, es ese cartucho que siempre te guardas por si las circunstancias de la carrera te lo exigen. Nada, tampoco estaba, pólvora mojada. En conclusión, cuando no estás en forma te presentas a una carrera sin capacidad para realizar cambios, sin ritmo y sin posibilidades de acabar fuerte.
En fin, todas estas penurias y limitaciones que uno sufre con impotencia cuando compite por debajo de sus posibilidades tienen su recompensa. Y es que creo que rompes una barrera y que al haberle exigido al cuerpo un poquito más de lo que podía en ese momento, digamos que se adapta al esfuerzo y que sube un escalón más su estado de forma. Y sí, ciertamente, yo he notado esta semana un poquitín de mejora, por ejemplo, he podido acabar un entreno haciendo un mil en 2'53, cuando la semana pasada, quizá con la misma sensación de esfuerzo, lo hice en 2'57. Pero claro, competir sin estar en forma tiene un precio y ese es el factor psicológico. Es muy duro ver que rivales que normalmente no te ganan te superan con facilidad, es difícil mirar el crono y ver que a pesar de que estás sufriendo estás yendo 10 o 15 segundos más lento por kilómetro de lo que quizás deberías ir. Esto sin quererlo va minando tu moral y entras en un estado de aceptación peligroso. Uno tiene que ser consciente de lo que pretende y de lo que vale, es necesario mantener una autoestima alta para poder seguir aspirando a mejorar o simplemente a conseguir retos. Está claro que uno debe ser consciente de sus aspiraciones según la situación en la que se encuentre y el tiempo que le dedique. En mi caso, por ejemplo, no puedo pretender correr al nivel que corría antes cuando era atleta profesional, porque ni entreno al mismo nivel, ni dedico tantas horas, ni soy tan joven. Ahora estoy en un nivel popular, pero dentro de lo que entreno, pues tengo una serie de pretensiones que son las que me mueven a seguir corriendo cada día y a disfrutar de ello. Este fin de semana nuevamente voy a competir en una carrera de 7'7km en Santa Cristina d'Aro, en fin, me tocará sufrir de nuevo, pero todo sea por conseguir recuperar un estado de forma óptimo que me lleve a conseguir mis retos personales.
Qué gran post!! para tenerlo en cuenta!! Mucha suerte en Sta Cristina d´Aro!
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